UN CASO DE IDENTIDAD

 

Holmes miraba por las persianas entreabiertas la grisácea calle de Londres, cuando expresó:
‑ ¡Ahí llega uno de mis clientes! Ese modo inseguro, esa expresión de duda en aquella mujer, me hacen pensar que necesita un consejo.
Efectivamente tras el sonido de la campana, entró la mujer y se presentó como la señorita Mary Suth. Traía un gesto de verdadera preocupación.
‑Vengo a verlo, señor Sherlock Holmes, porque me he enterado de que usted es infalible en descifrar lo imposible
‑El mejor razonador de la Gran Bretaña ‑confirmé yo.
‑No haga caso, él es el Dr. Watson y es quien mejor habla de mí. Pero fuera de falsas modestias, digamos que he resuelto algunos  casos importantes. ¿Y qué necesita usted?
‑Señor Holmes, se trata de una misteriosa desaparición: mi novio, el señor Ángel, desapareció el día del casamiento, antes de que comenzara la boda. No se apresure a pensar cosas equivocadas, como piensa mi madre. No había ningún motivo para que me abandonase. El estaba más resuelto que yo a casarse. Además, pasó a buscarme minutos antes; lo vi subir a su carruaje, donde viajó hasta la iglesia detrás del nuestro... y cuando llegamos, el cochero abrió la puerta... y no había nadie.

 

Holmes y yo escuchamos con atención el relato completo de boca de la señorita Suth. En mi libreta de anotaciones registré los siguientes datos. El padre de Mary había fallecido ya, y había dejado para la familia un próspero negocio de vinos que, ahora, manejaba el hermano de Mary, apenas un año menor que ella. Mary era dactilógrafa y ayudaba a la economía de su hogar haciendo copias por encargo. Mary conoció al señor Ángel en un baile. El hermano se oponía al casamiento, por lo que nunca quiso conocer al señor Ángel. Por cuestiones de trabajo, el señor Ángel se ausentaba periódicamente de la ciudad, así que la relación entre los novios era más que nada por carta. Todos los días, Mary recibía una carta escrita a máquina, una antigua Remington, parecida a la que utilizaba Mary para realizar sus trabajos. Ella le contestaba cada tres o cuatro días. La señorita Suth desconocía el domicilio de su novio, las cartas iban siempre a una casilla de correos.
Cuando Holmes le solicitó una descripción del señor Ángel, ella sacó un anuncio en el que pedía noticias de él en el Crónica de Londres del sábado anterior.

 

‑Bien, me ocuparé del caso. Déjeme alguna de esas cartas que el señor Ángel le escribía y el anuncio del diario.
‑Aquí tiene, Holmes. Muchas gracias. Yo me quedé releyendo los datos que había anotado. Nada me sugería dónde podía encontrar al señor Ángel. Mientras Holmes seguía pensando, echando humo con su pipa, leí la descripción del señor Ángel, publicada en el Crónica: "...de 1,86 de estatura, bigote recto y rubio, anteojos oscuros, reservado y caballeroso, sufre una permanente debilidad en la voz…”
‑Lo tengo, Watson. Por el momento, encargaré unos vinos, y enviaré una carta al hermano de la señorita Suth.
Dos días después, Holmes leía la carta que le habían enviado del negocio del señor Suth.
‑Vendrá hoy, Watson.
‑ ¿Quién?
‑El hermano de la señorita. Suth.
‑ ¿Puede explicarse, Sherlock?
‑Mire esto... ‑Holmes me extendió la carta de los vinos, y una de los que Ángel le había enviado a su novia; pero no esperó a que dijera nada.
‑Observe, Ia "r" salta en ambas, la "e" está como gastado y la 'l" se cae del renglón... Es la misma máquina...
‑Entonces, Ángel...

 

‑No existe, nunca existió, mi querido Watson.
‑Por eso casi no hablaba, para que la señorita no lo reconociera
‑Veremos, hoy, sí el bigote es postizo.
‑Y los lentes oscuros...
‑Elemental, querido Watson.
‑Y por eso no quería verla, simulaba largos viajes...
‑Elemental. No hay dudas que se trata de un impostor.
‑Sí, pero, ¿por qué el hermano?
‑ ¿Quién otro puede tener un móvil para semejante broma, con desaparición incluida?
‑No sé, Holmes.
‑El señor Suth no debe de querer socios en el negocio que heredó del padre. Un casamiento de su hermana podría obligarlo a compartir la fortuna con un desconocido. Para evitarlo tramó un desengaño con final abierto. Difícil de reponerse. Ella nunca sobra si Ángel volverá. Por lo que dice en las cartas, cualquier mujer de Londres lo esperaría por muchos años. .. Hoy tendremos a ese cretino aquí, Watson. En una hora...

Cuento de Sir Arthur Conan Doyle, adoptado por Ricardo Krakobsky.

JAVA

 

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